El Gran Premio de Canadá significó la centésima victoria de Red Bull. Pero ello ocultó otra celebración no menos importante, quizás todavía más complicada, la ducentésima victoria de un auto diseñado por Adrian Newey.

Desde que en 2009 consiguiera su primer triunfo con Red Bull en China se han sucedido estas 100 victorias, cinco títulos de constructores y seis de pilotos.

Pero el palmarés de Newey es mucho más amplio, duplica al de Red Bull. Cuando firmó por los ‘energéticos’, los autos que él ha diseñado ya llevaban 100 victorias: 59 con Willians y 41 con McLaren. Cien victorias, seis títulos de constructores y seis de pilotos. Es cierto, en Williams tuvo por encima a Patrick Head, director técnico y copropietario del equipo. Y en McLaren estuvo inicialmente bajo las órdenes de Gordon Murray.

Head y Murray, dos técnicos muy distintos. El primero, más pragmático; el segundo, con más talento y pasión por la innovación, quizás más parecido a Newey. Pero con ambos llevó el peso del diseño de los autos.

El primer triunfo de uno de sus autos se remonta a 1991, concretamente al GP de México de aquel año, entonces el 16 de junio, justo 32 años antes de este GP de Canadá, gracias a Riccardo Patrese. Y en ese lapso de temporada, no menos que ocho de sus autos han sido capaces de ganar al menos diez Grandes Premios. Es algo inimaginable.

Pero con Red Bull el idilio es muy especial. No sólo 100 victorias, 11 títulos –camino de los 13– entre pilotos y constructores. Es muy especial no sólo porque ha sido como director técnico, sino porque es asimismo parte del ‘triunvirato’ del equipo. Y, sobre todo, porque llegó a Red Bull con ‘barra libre’ para orquestar el departamento técnico como él creía que debía hacerse. Desde la fábrica a la elección de los hombres, pasando por los útiles de trabajo. En este sentido, los éxitos de Red Bull tienen más de lo suyo que de Christian Horner o Helmut Marko.

“Esto es algo muy especial. Ha sido un viaje increíble. Mi sueño era ser ingeniero de carreras y cuando conseguí el primer trabajo y el primer sueldo como tal fue el más importante. Todo el resto es un bonus”, dijo Newey en Montreal.

Pero acto seguido evocó una posibilidad de retirada, aunque no de forma inmediata. De hecho, en un par de ocasiones Newey ha efectuado un paso al lado, en parte cansado de la F1, en parte porque consideraba que las reglas técnicas impuestas coartaban la libertad técnica y la imaginación. Siguió con otros proyectos –el Aston Martin Valkyrie o el barco de la Copa América– y actuó como consultor, antes de que la F1 volviera a ser su preocupación principal.

“Me siento muy afortunado por poder hacer lo que siempre he deseado. Es un trabajo que me apasiona… pero mi carrera no puede ser eterna. Mientras el equipo me quiera continuaré con él, pero hay que ser realista, la cuenta atrás ha comenzado. No sé exactamente cuándo, pero el final llegará un día”, dijo Newey.

Su único punto triste, la muerte de Ayrton Senna en 1994. Hace unos años dijo que en cierta forma se sentía responsable de la muerte del brasileño. En su libro ‘How to build a car’, lo dice claramente: “Yo era uno de los cuadros superiores del equipo que concibió el auto con el que un gran hombre se mató. Poco importante es si fue la columna de dirección o no, es imposible escapar al hecho de que fue una pieza mal concebida, que no debió ser autorizada en el auto”.

Es probable que en un futuro a medio plazo deje el día a día, se ocupe más de ser consultor, un rol como el de Rory Byrne en Ferrari. Los genios como él nunca se retiran del todo.

Fuente: soymotor.com

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