El Gran Premio de Azerbaiyán dejó a Ferrari más preguntas que respuestas. Lo que comenzó como un fin de semana prometedor terminó en frustración, con instrucciones de equipo a destiempo, problemas de motor y un rendimiento por debajo de las expectativas.
Frédéric Vasseur, director de la Scuderia, fue claro tras la carrera: “Si hubiéramos empezado en cabeza, creo que habríamos terminado en cabeza”. Pero la realidad fue distinta. Charles Leclerc y Lewis Hamilton partieron 10º y 12º, respectivamente, condicionados por una clasificación errática y una estrategia de neumáticos cuestionable.

En carrera, Leclerc sufrió un problema en el turbo que le restó unos 15 caballos de potencia, mientras Hamilton, con mejor ritmo y una estrategia de neumáticos medios y duros, escalaba posiciones. Aun así, el británico quedó atrapado en el “tren” de DRS y no pudo superar a Lando Norris.
La polémica llegó en la última vuelta, cuando Ferrari ordenó a Hamilton ceder su posición a Leclerc para asegurar más puntos. El mensaje, sin embargo, llegó demasiado tarde. Hamilton levantó el pie, pero Leclerc no alcanzó a adelantarlo. “Recibí el mensaje muy tarde. Levanté el pie, pero se perdió por cuatro décimas. Voy a disculparme con Charles”, admitió el siete veces campeón.
Leclerc, por su parte, restó importancia al octavo o noveno puesto: “Lo importante es que fuimos demasiado lentos todo el fin de semana. P8 o P9 no cambia nada”.
El episodio recuerda a las tensiones de Miami y vuelve a poner en evidencia la necesidad de mayor claridad en las órdenes de equipo. Ferrari, que esperaba un fin de semana triunfal en Bakú, se marcha con solo ocho puntos y la obligación de reaccionar en Singapur, donde las altas temperaturas podrían favorecer a los SF-25.