Lewis Hamilton cerró un fin de semana para el olvido en el Gran Premio de Hungría, donde no solo se quedó fuera de los puntos, sino que mostró un nivel de frustración poco habitual incluso para un piloto con su experiencia. Entre declaraciones autocríticas, insinuaciones sobre problemas internos y un evidente desgaste emocional, el británico volvió a dejar más preguntas que respuestas.

Después de no avanzar a la Q3 el sábado, Hamilton fue directo: “Siempre es culpa mía. Soy un inútil, un completo inútil. El equipo no tiene problemas, el otro coche está en la pole, así que definitivamente necesitamos un cambio de piloto”. El comentario, sarcástico pero tenso, dejó en claro su incomodidad tanto con su desempeño como con la situación que atraviesa en Ferrari.

Ya el domingo, su carrera estuvo marcada por una estrategia que no dio frutos: arrancó con neumáticos duros y nunca encontró ritmo. Terminó 12.º, sin protagonismo y visiblemente molesto. “Comparado con ayer, cuando tienes una intuición, la tienes. Hay muchas cosas sucediendo entre bastidores que no son geniales”, declaró a Sky Sports UK tras la bandera a cuadros.

Aunque no dio detalles, el tono lo dijo todo. Ante Canal+, Hamilton añadió: “No he aprendido nada en particular hoy. Mi estado de ánimo es el mismo que ayer. Me vendrá bien no tener que hablar con los medios ni venir a las carreras”.

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Por otro lado, si bien el pésimo fin de semana de Hamilton puede atribuirse en parte al ritmo del Ferrari, el fracaso de Charles Leclerc para terminar en el podio puede atribuirse en gran medida al auto; para finalmente a simple vista entender que los problemas con el monoplaza y con los pilotos (en carrera) muestran precisamente por qué no son un equipo que en serio sea un contendiente por la lucha en el campeonato.

La pausa de verano llega en el momento justo para un Hamilton que parece necesitar no solo descanso físico, sino también claridad sobre su situación dentro del equipo. Con cero podios en lo que va de temporada y sin señales claras de recuperación, el camino hacia Monza –tradicionalmente una fiesta para Ferrari– luce más como un interrogante que como una celebración segura.