La Comisión Europea se prepara para anunciar el próximo 16 de diciembre una revisión de la normativa que prohíbe la venta de nuevos automóviles con motor de combustión a partir de 2035, en lo que podría convertirse en el mayor repliegue de la Unión Europea en materia de política climática en los últimos cinco años.
Según fuentes comunitarias y de la industria, la medida respondería a la creciente presión de Alemania, Italia y los principales fabricantes de automóviles europeos, que enfrentan una competencia cada vez más intensa de marcas chinas y estadounidenses en el mercado de vehículos eléctricos. Entre las opciones que se barajan figuran retrasar la prohibición cinco años o flexibilizarla sin una fecha límite clara, permitiendo la convivencia de distintas tecnologías.
Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo —el mayor grupo del Parlamento—, fue contundente al señalar que la prohibición fue “un grave error de política industrial”, adelantando que la Comisión presentará una propuesta para abolirla en su forma actual.
Una industria dividida
El posible giro ha profundizado la división dentro del propio sector automotriz. Grupos tradicionales como Volkswagen y Stellantis consideran que los objetivos actuales son difíciles de sostener en un contexto de demanda más lenta de lo previsto, precios elevados y una infraestructura de carga aún insuficiente en varios países del bloque.
“Hoy en día, no es una realidad sostenible en Europa”, afirmó recientemente Jim Farley, CEO de Ford, quien sostuvo que los objetivos de CO₂ no están bien equilibrados con las necesidades industriales del continente.
En contraste, los fabricantes especializados en vehículos eléctricos advierten que suavizar la normativa beneficiaría indirectamente a China, líder global en electrificación. “La tecnología está lista, la infraestructura está lista y los consumidores están listos”, aseguró Michael Lohscheller, CEO de Polestar. “Entonces, ¿qué estamos esperando?”
Multitecnología sobre la mesa
La revisión también reabre el debate sobre el papel de los combustibles alternativos, como los e-fuels y los biocombustibles avanzados. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ya había dejado la puerta abierta a estas soluciones, mientras que parte de la industria defiende un enfoque “multitecnológico” que permita la supervivencia del motor de combustión junto a híbridos enchufables y eléctricos de autonomía extendida.
Desde el sector energético y de componentes, algunos sostienen que el motor térmico “seguirá existiendo durante el resto del siglo”, mientras que organizaciones medioambientales alertan que los biocombustibles no son verdaderamente neutros en CO₂ y su disponibilidad sería limitada y costosa.
Incentivos, flotas y un nuevo equilibrio
Además de la revisión del objetivo de 2035, la Comisión planea impulsar la electrificación de flotas corporativas, que representan cerca del 60 % de las ventas de coches nuevos en Europa, así como crear una nueva categoría regulatoria para vehículos eléctricos pequeños, con ventajas fiscales y créditos adicionales de emisiones.
Los fabricantes, por su parte, reclaman incentivos económicos antes que objetivos obligatorios, citando casos como Bélgica, donde las subvenciones han demostrado ser eficaces.
Un debate abierto
Mientras la UE intenta equilibrar ambición climática, competitividad industrial y realismo económico, la revisión de la prohibición de 2035 deja una pregunta clave en el aire:
¿se trata de una adaptación pragmática a la realidad del mercado o de una señal de que Europa pierde impulso en la carrera global por la electrificación?
La respuesta comenzará a definirse el 16 de diciembre, pero el debate —político, industrial y tecnológico— apenas empieza.