Hace 26 años: Mika Häkkinen lloró en Monza

El 12 de septiembre de 1999, el bicampeón finlandés vivió una de las escenas más humanas y recordadas de la Fórmula 1.

Llegar a Monza, el mítico Templo de la Velocidad, significaba enfrentarse a la afición más apasionada de Ferrari. Mika Häkkinen, líder del campeonato con McLaren, defendía apenas un punto de ventaja sobre Eddie Irvine antes de la 13.ª cita de la temporada. La clasificación fue un golpe para la Scuderia: Irvine y Mika Salo solo pudieron ser sexto y octavo, mientras que el finlandés se quedó con la pole position con casi medio segundo de ventaja sobre Heinz-Harald Frentzen (Jordan).

Una carrera bajo control… hasta el error fatal

El domingo, bajo condiciones perfectas, todo parecía encaminado. Häkkinen tomó la delantera desde la largada y, tras 30 vueltas, mantenía ocho segundos de ventaja. Irvine, su rival por el título, estaba fuera de los puntos.

Pero al llegar a la primera chicana, la historia cambió. Häkkinen redujo marchas y, por un error involuntario, enganchó primera en lugar de segunda. El McLaren se descontroló y terminó atrapado en la grava, ante el rugido de la multitud italiana.

En lugar de la habitual frialdad finlandesa, el piloto corrió hacia un pequeño bosque cercano, se quitó un guante y rompió en llanto, una imagen que dio la vuelta al mundo.

La explicación técnica

Años después, Häkkinen detalló que el problema se originó en la combinación de baja carga aerodinámica y un ajuste de diferencial que provocó subviraje. Además, el sistema electrónico de gestión de marchas —el “flip”, encargado de aumentar las revoluciones para evitar bloqueos al reducir— no elevó las rpm lo suficiente. Al entrar en primera, la parte trasera se bloqueó y el coche se fue de frente a la trampa de arena.

La lección detrás de la derrota

Más que rabia, el finlandés sintió pura tristeza. “Deseaba con todas mis fuerzas ganar en Monza”, reconoció. “He triunfado en Suzuka, Spa, Mónaco y Silverstone, pero una victoria en Monza me fue arrebatada por un error”.

Aquella caída, sin embargo, terminó siendo una llamada de atención. Häkkinen se recompuso en las últimas carreras y conquistó su segundo título mundial ese mismo año.
“Fue un favor disfrazado”, reflexionaría después. “Incluso siendo campeón, los errores ocurren. Nada se puede dar por sentado; siempre hay que trabajar duro”.